martes, 9 de diciembre de 2008

nada


De expectativas mudas e irrazonables se tejen las redes de los sueños que suponen a su vez la urdidumbre de un futuro deseado. Quizá más de un presente.

Olvidar. No recordar qué fue de la memoria.

Ésa que inicialmente parece un don innato, ésa que parece tan nuestra como nuestros ojos, nuestras manos.

Sentir que se desvanecen las sombras de posibles recuerdos y que cada amanecer supone el comienzo de una nueva identidad. Que acarrea los rasgos mortales de nuestra esencia, pero no los hallazgos de anteriores pasos. No las palabras leídas. No las escuchadas. Nada.

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