lunes, 19 de mayo de 2008

esquina


Se volvió a encontrar con la misma esquina, la misma puesta de sol y la misma fecha.
Se descolgaba de su boca como un beso tardío. Y caía el sol.

Esta vez la vista estaba clara. No hacían falta alucinógenos. La claridad de su soledad cristalina era como un regalo. La misma soledad que parecía un castigo meses atrás ahora le regalaba estos momentos. Los que trataban de acercarse veían la misma puesta de sol y se estremecían sin palabras.

La oscuridad relucía. Ese instante de plata quedaría oculto bajo los adoquines para cuando alguien viniera buscando su paz. La sonoridad de sus vibraciones teñía de blanco sus palabras y él se acercaba solo para compartir ese baño de vida.

Juntos, la soledad se desvanecía pero el esplendor se mantuvo. Ciego. Pero tan cálido.