lunes, 6 de abril de 2009

batalla


Me exprimo, te veo, me explayo y ensayo.

Encendía todos los aparatos de la casa a la vez para no escuchar sus pensamientos. De tanto aturdimiento los pensamientos habían comenzado a experimentar un proceso evolutivo darwiniano según el cuál, los más fuertes se sobreponían al ruido y los demás perecían en la maraña de timbales y noticias radiofónicas. Los más fuertes emprendían entonces la batalla con el corazón. Pienso que debo, pero no me apetece. Debo, debo, debo. Debo de deber sobreponerme, pero no me apetece, no me va, no lo siento así.

El batallón emocional últimamente se había retirado al cuartel base y observaba atento desde el ventanal ventricular el desfile cerebral de los cálculos mentales y las ideas preconcebidas, las obligadas y las hijas de Sensatez. Mientras compartían unas pipas de girasol, el batallón comando de emociones se temía que le mandarían en misión especial en menos de lo que cantara un gallo.

El corazón lanzó la alarma y el comando salió a borbotones apisonando ruidos, pensamientos, equilibrios y demás entes prescindibles.